Cuántas veces me he dicho que ya es suficiente? y de una forma u otra regresaba a tus brazos; pero esta vez es diferente, ya no puedo regresar, tú no eres el mismo y tampoco yo lo soy. Todo lo que una vez fuimos está impregnado sólo en recuerdos, en cartas y canciones, en miradas y promesas… pero ya no más aquí, contigo o conmigo.
Soy firme creyente de la frase ”enamorarse no es una opción, permanecer enamorado sí” y con ello me refiero a que creo que cada persona, como dueña de sí misma, tiene cierto control sobre lo que siente. Y dejar de extrañarte, dejar de amarte, es una decisión que puedo tomar… o más bien, ya la tomé; y realmente quisiera que dijeras algo.
No digo que sea fácil, no digo que un día tome la decisión y al otro ya no te ame más, no. Eso sólo podría significar que nunca te amé y ambos sabemos que eso sería imposible, porque te di lo mejor de mí por mucho tiempo.
Son tantos momentos a tu lado que en ese instante creía eternos. Son las promesas de amarnos siempre y no permitir que esto muriera. Son todas aquellas cosas que vivimos juntos y sin duda dejaron huella en la memoria. Son las canciones que nos hacían pensarnos y son los lugares en que se quedaron muchas historias.
Era tu manía de jugar con mis dedos, morderme los labios y pasar tu dedo índice por mi nariz. Eran las caricias que nos estremecían y nuestros labios pidiéndose entre suspiros. Eran esas tardes de cine o simplemente ver la televisión desde el sofá.
Son los caminos rutinarios que tomábamos para ir juntos a algún lugar. Son aquél par de números a los que otorgamos gran valor. Son las señas que sólo tú y yo entendíamos y también son las lágrimas de cada vez que creíamos que esto había terminado… hasta hoy, que todo indica que realmente terminó.
No es un proceso fácil el de dejar de amar. Es batallar día con día, es aguantar el llanto hasta que encuentras algún lugar seguro en donde nadie te vea llorar; es sentirte increíble por las mañanas y en algún momento de la tarde, para que al llegar la noche, caigas de picada y a gran velocidad estrelládote con recuerdos y nudos en el estómago. Es tener pañuelos a un lado de la almohada y retarte a ti mismo a ser capaz de quitar de tu vista todo lo que te recuerde a esa persona, es tomar grandes bocanadas de determinación para no ver su última conexión y encontrarte minutos después observando su foto, no es fácil… de hecho, es bastante difícil; pero jamás imposible.
Muchas personas intentan dejar de amar pero se rinden a mitad del camino y declaran la paz ante el olvido. Y muchas otras, bueno, sólo fingen que lo intentan pero realmente nunca lo hacen. Luego estamos nosotros, los que sabemos que tenemos el control y que en el momento en que declaremos dejar de amar a alguien, comenzamos el proceso, aún sabiendo que es una de las batallas más difíciles que cualquier ser humano podría enfrentar; pero tenemos un punto débil, sin duda.
Y mi punto débil es… que quisiera que dijeras algo. Realmente quisiera que me pidieras seguir luchando. Pero no dices nada. Estoy en medio de aquel proceso en el que sé que puedo dejar de amarte aunque ahora me esté costando esta lucha, y es un gran paso que muy pocos saben dar. Sin embargo y aún con ese punto a mi favor, me duele que no sientas nada cuando ya te estoy diciendo adiós. Es como aquél paciente que está desahuciado y ya está preparado para morir, pero muy en el fondo sigue esperando un milagro.
Di algo, estoy renunciando a ti; pero ahora que lo pienso, ¿cuántas veces dijiste algo en el momento en que te quería escuchar?, ¿cuántas veces dijiste algo cuando sabías la razón por la que lloraba y aun así preferías sólo observar?, ¿cuántas veces dijiste algo cuando te pedía sinceridad? y creer que ahora lo dirás, lo sé, es estúpido; pero como aquél desahuciado, muy en el fondo espero un milagro aunque sepa que no pasará.
Seguro estás por ahí creyendo que te extraño y que jamás te voy a superar. O quizá ya no sea tan importante mi recuerdo y simplemente piensas en qué gastarás el tiempo mañana. Seguramente no tienes la mínima idea de que te estoy dejando atrás, de que cada día me dueles menos aun con aquellos episodios de debilidad cada vez menos recurrentes.
No tienes ni idea de que guardé lo que me recuerda a ti en una caja y que ya es muy rara la vez que me da por ver la foto que asignaste de perfil. No sabes que esta vez, por fin, realmente estoy renunciando a ti. No tienes idea… y por eso no dirás nada.
Sólo espero que cuando el proceso termine y gane esta lucha contra mí misma para ya no amarte, no estés por ahí en algún lugar, en los brazos equivocados; y arrepentido de no haber dicho nada.
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